El triple crimen de Morata de Tajuña rebosa de incógnitas. Una de las principales líneas de investigación se centraba en Dilawar Hussain, el hombre pakistaní que vivía de alquiler en la vivienda de las víctimas y que este lunes ha sido detenido a primera hora de la mañana tras confesar el asesinato. A la espera de que se revelen más datos tras la autopsia, ya pueden discernirse algunos detalles de su personalidad y esbozar líneas de su perfil criminal.
Los agentes encontraron tres cuerpos apilados, parcialmente calcinados y con signos de violencia. Una imagen siniestra, pero no es necesariamente indicadora de psicopatía. La calcinación del cuerpo tras un homicidio doloso suele llevarse a cabo, principalmente, para dificultar la investigación, y no como práctica accesoria. Del mismo modo sucede con los descuartizamientos: rara vez se deben a un pulso macabro. El objetivo de la actividad post-mortem, en la gran mayoría de asesinatos, es la eliminación de pruebas, salvo en casos de criminales que busquen marcar sus delirios a través de la firma.
Por otro lado, hace unos meses, el sospechoso había agredido con un martillo a una de las hermanas. Este tipo de conducta, llevada a cabo contra una persona anciana e indefensa, refleja claros aspectos de su carácter. La psicopatología habitual en estos supuestos incluiría el trastorno de la personalidad antisocial, el más relacionado con la criminalidad. Está altamente ligado a la agresividad y a la falta de empatía. Se trata de individuos que muestran cierto grado de desprecio y desconsideración hacia el resto, capaces de vulnerar los derechos ajenos, sin remordimientos. Suelen ser personas despreocupadas, imprudentes y espontáneas. Y los principales patrones de comportamiento incluyen la mentira, así como actuaciones ilegales o fraudulentas.
Un crimen que refleja los confines de la mezquindad. Pepe, Amelia y Ángeles eran el blanco perfecto. En criminología se las llama "víctimas especialmente vulnerables", son aquellas que no tienen posibilidad de defenderse. Para su categorización se tienen en cuenta condicionantes como la edad y el estado físico o mental.
Los tres hermanos fueron víctimas de asesinato, también de estafa de amor, de estafa nigeriana, y por determinar si de un ajuste de cuentas por parte de posibles prestamistas. Aunque puedan reunirse ciertos rasgos, no existe un perfil cerrado de víctima de estafas amorosas. La psicología social demuestra que toda persona, a lo largo de su vida, puede verse envuelta en momentos de titubeo emocional, hasta volverse permeable a la sugestión.
Las hermanas habían sido seducidas por dos falsos militares norteamericanos a través de redes sociales. Durante años, los novios ficticios —tras los que podría esconderse una mafia— se estuvieron aprovechando de su ilusión. Y para concebirla, no necesitaron más que esa compañía, aunque solo fuese escrita. Cabe preguntarse sobre los peligros de la inteligencia artificial en la prospectiva de esta tipología de timos.
El goteo de peticiones llevó a los tres hermanos a deshacerse de todos sus bienes, se endeudaron hasta el cuello. No faltó vecino al que pidieran dinero, ni vecino que no los avisara de que ese amor era mentira.
Y el arma de este despliegue de vileza no es otra que la soledad. El timador ataca a la víctima supliendo un vacío existencial, rellenándolo con algo que todo individuo necesita en su día a día, esto es, atención. Y una vez sembrado el cuidado y ganada la confianza, se crea un vínculo de afecto entre estafador y estafado. Un vínculo que es real desde el momento en el que existe, al menos, para uno de los dos.
Porque la cercanía alcanzada a través de unos textos puede volverse más potente que la física. La conexión no entiende de formatos, el afecto es fruto del intercambio, que un lazo más intenso que el tacto. Ciertas historias de amor de antaño se fraguaban y consolidaban de carta en carta, de mes a mes, hasta de año en año. El cariño y la complicidad pueden habitar con plenitud en la mera ensoñación. Por ello, cualquier persona podría ser víctima de las estafas del amor.
Un crimen insólito que refleja el peligro de las redes sociales, la fuerza de la desesperación, y las consecuencias de la soledad. Un pueblo en el que no pasaba nada más que la vida, envuelto ahora en tristeza y estupor.
Biografía
Carmen Corazzini estudió periodismo y Comunicación Audiovisual. Se especializó con un máster en ‘Estudios Avanzados en Terrorismo: análisis y estrategias’ y otro en ‘Criminología, Victimología y Delincuencia’.
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